Lectura:
Juan 10:1-10
Reflexionar:
La historia del Buen Pastor es bien conocida. Pero como hay un Buen Pastor, ¿implica eso que también hay un mal Pastor? ¿Y cómo sería ese tipo de Pastor?
Supongo que la mayoría de nosotros pensaría inmediatamente en el diablo. Pero pintar a un mal Pastor sólo en la categoría del diablo sería un error. Hay muchas otras maneras, y muchas otras cosas, que hacen a alguien un mal Pastor.
No me inclino a volver a examinar todas las tragedias de las últimas décadas. Conocemos las historias, y cuán horribles han sido para el rebaño de Jesús. Esos pastores tienen su propio juicio que vendrá cuando se pongan de pie ante el buen Pastor. Pero sí quiero decir, sin duda, que habrá un cálculo. (Pausa)
Porque esto será, Dios dispuesto, el fin de semana pasado tendré que hacer este tipo de Misa que es sin una congregación, mi mente se vuelve a preguntas simples. ¿Cuán fiel he sido a la misión del buen Pastor? ¿he estado dispuesto a escuchar lo que quiere decir? ¿he estado escuchando lo que me está diciendo acerca de mi propia vida?
Estos han sido tiempos difíciles, y aunque parecen preguntas fáciles, están lejos de ser simples. Ellos llevan el peso de mi responsabilidad como sacerdote. Parece que hay muchos de mis hermanos sacerdotes, no la mayoría, sino muchos, que luchan con estos mismos tipos de preguntas.
Varios de mis hermanos sacerdotes con los que he hablado últimamente han comentado lo difícil que ha sido cumplir la misión que nos han dado en estos días. No se debe sólo a escándalos. No es sólo por la pandemia. Es más acerca de cuántos de nuestros hermanos y hermanas en Cristo parecen querer vagar lejos del rebaño de Jesús. Este vagar lejos duele el corazón de cualquier buen sacerdote.
Quiero citar a san Agustín: “Yo, tratando de entrar entre vosotros, es decir, en vuestro corazón, prediqué a Cristo: Si fuera a predicar otra cosa, debería intentar entrar de alguna otra manera. Por medio de Cristo, no entro a vuestras casas, sino a vuestros corazones. Por medio de él entro y ustedes me han oído hablar de él. ¿por qué? Porque ustedes son ovejas de Cristo y han sido comprados con la sangre de Cristo” (en Ioann. Evang., 47, 2–3). Era un pastor, un obispo, que entendía y tomaba en serio la responsabilidad que tenía ante Cristo.
Jesús usa la imagen de las ovejas, y la pluma de las ovejas – una muy familiar para sus oyentes – para enseñarles una verdad divina: Puesto que hay voces extrañas alrededor, necesitamos conocer la voz de Cristo. Es responsabilidad del Papa, de los obispos, de los diáconos, de mis hermanos sacerdotes, y de mí ser esa verdadera voz de Cristo en nuestro mundo de hoy.
Justo antes de esta sección del Evangelio de Juan, Jesús sana al ciego. Al final de esa historia, él habla de los guías ciegos que están, o estaban, a cargo de la fe del pueblo judío en su día. Él tiene algunas palabras muy duras para ellos, palabras que son aplicables a cualquier sacerdote que no les presta atención. Entonces Juan comienza en la historia del buen Pastor. Sería un error separar las dos cuestiones.
Aplicar:
El reproche de Jesús a quienes estaban bloqueando la capacidad de la gente de aceptarlo –entonces y ahora– se acerca a una condenación. No creo que sea una palabra demasiado fuerte.
En la iglesia de hoy necesitamos líderes que puedan hablar la verdad sobre Cristo de tal manera que no haya compromiso de la verdad, sino que sea una invitación a unirse a la verdad y a perseguir la eternidad.
El mayor problema con eso, en mi opinión, es que mucha de nuestra sociedad ni siquiera quiere pensar en la eternidad. Hay tanta sociedad que parece pensar sólo en “hoy” o “qué hay en ella para mí”.
Sólo hay una voz que merece la pena escuchar. Esa es la voz del buen Pastor. Todos necesitamos escuchar esa voz. Es fácil de oír, pero como las ovejas perdidas, no siempre escuchamos. Y hay una diferencia entre oír y escuchar.
Escuche. Jesús llama, cantando una canción que aprendimos en nuestro bautismo, cuando fuimos hechos miembros de su rebaño. Escuche. Jesús sanó a los ciegos, abrió los oídos de los sordos, resucitó a la gente de entre los muertos. En esta temporada de Pascua, él quiere hacer lo mismo con ustedes. Él quiere hacer de usted un miembro fuerte y sano de su rebaño.
¿Qué creo que quiere de mí? Ser una buena voz por el bien de su rebaño en estas parroquias. Ruego que siempre pueda escuchar, no sólo escuchar, sino escuchar la voz del maestro, la voz del buen Pastor. Y… Él quiere lo mismo de usted. Amén.